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Nanocientíficos

Los niños paisas que gracias a un voluntariado, están haciendo historia y ciencia al mismo tiempo.

Por: Tatiana Roldán, Felipe Escobar y Andrea Mercado

Medellín, 12 de noviembre de 2016

Niños de segundo de primaria exponiendo los resultados de la huerta que inauguraron en su colegio durante la Feria de la Ciencia de este año.

Eran las 11 de la mañana de un caluroso viernes. 500 niños se encontraban en sus lugares de exposición en todo el Parque Explora esperando ser oídos por el público, los calificadores y por cualquiera que le diera la curiosidad saber de los proyectos en los cuales han trabajado, algunos, hasta por más de dos años.

El evento era La Feria de la Ciencia, la cual hubiera sido imposible de lograrse si no fuera por los voluntarios de CT+I que la hacen realidad. La feria era gratuita y se desarrollaba durante 3 días. Dos de ellos abiertos al público y el tercero cerrado para realizar la premiación. En este se escogerían los proyectos más innovadores que no solo merecerían un dinero extra para sus realizadores sino también todos los gastos pagos para participar internacionalmente en otras ferias. En esta ocasión, el destino era México.

Ni volcanes de bicarbonato de sodio con vinagre, ni caleidoscopios.

-¿Usted sabe qué le puede pasar a esta cosita si se destruye?

Preguntó Miguel Ángel Murillo. Un estudiante de Bello de grado once que señalaba los paneles solares que hacían funcionar tanto el aire acondicionado como el motor de un pequeño carro de madera que sostenía en sus manos.

-Se convierte en arena. ¿Y sabe por qué?

 

Porque la arena está compuesta por dióxido de silicio, y los paneles solares están hechos, normalmente, de silicio puro.

Este era el tipo de cosas que niños que no superaban los 17 años eran capaces de explicar porque muchos de sus proyectos trataban de eso: carros, autobuses, aires acondicionados y hasta cargadores que funcionaban perfectamente con energías alternativas. Esta, sin duda, no era una feria en la que se exponían volcanes o caleidoscopios.

Ninguno de los más de cien proyectos que en la feria se mostraban eran ajenos a una problemática bien fuera ambiental o social. Todos competían entre sí por patrocinio, pues de masificarse, significarían un gran avance no solo para sus propias comunidades sino que para el mundo también.

Marianella Padilla, por ejemplo, una estudiante de 16 años del colegio Antonio José Bernal, exponía ese día, junto a otras dos compañeras, el primer modelo de una aplicación llamada Musiapp. Esta, es una aplicación diseñada para que las personas que sufren alguna discapacidad auditiva, bien sea parcial o completa, puedan sentir la música.

 

¿Cómo funciona?

 

A base de vibraciones y del uso del lenguaje de señas. Las vibraciones permitirían ecualizar las ondas de las canciones (que hacen que cada una tenga un golpe rítmico diferente), para que la persona con discapacidad sienta el ritmo de la suya. Por su parte, el lenguaje de señas, que es incluido a la aplicación por un traductor, permitiría que la persona además de sentir la música, sepa de qué habla.

Marianella Padilla de 16 años y su aplicación que busca lograr que las personas sordas sientan la música.

De materializarse y pasar de una aplicación piloto, esta idea estaría generando un impacto representativo en una población de la cual el 33,4% no recibe ningún tipo de servicio de rehabilitación para su inclusión social actualmente. Idea que se les ocurrió a tres niñas de noveno grado mientras veían una película de las muñecas Bratz, en donde uno de sus personajes era un Dj que tenía problemas auditivos.

La feria: un evento que sería imposible sin la curiosidad de los niños y sin la participación de voluntarios

Los niños que participan en la feria cuyo nombre real es Ferias CT+I (iniciales de las palabras ciencia, tecnología e innovación), no salen de cualquier lugar y porque sí. El proceso que implica no solo la selección de los participantes sino la elección de los jurados, los premios y el montaje del evento en general, es un trabajo arduo que no sería posible sin contar con un voluntariado, según lo explica la Coordinadora de la Fundación Amigos del Parque Explora Sandra Betancur

Sandra Carolina Betancur, Coordinadora de la Fundación Amigos del Parque Explora.

Este voluntariado, llamado CT+I está compuesto por profesores, trabajadores de empresas y científicos que se encargan de animar a los niños a que participen de la ciencia.

 

¿Cómo lo hacen?

 

Primero con visitas a los colegios de todo el departamento (en su mayoría públicos) cuyas ferias de la ciencia que están cubiertos por fondos de programas de la Secretaría de Medellín y de EPM. Allí se encargan de hacer una primera serie de ejercicios llamados Actividades Desencadenantes de Preguntas donde le cuentan a los niños qué es la ciencia, cómo puede tener un impacto positivo en las comunidades y cómo se hace; lo que se busca es despertar la curiosidad de los niños para que puedan imaginar y proponer proyectos innovadores para las ferias de sus colegios.

Paralelo a esto, están también las Visitas Desencadenantes de Preguntas, que se encargan de llevar a los estudiantes de estas instituciones a empresas que trabajen con tecnologías avanzadas y a universidades para que se acerquen al tema investigativo y empresarial, de forma que los inspire a unir la creatividad con el tema de emprendimiento. Luego de estas actividades, vienen las ferias: las de los colegios y las municipales (en las que participan los ganadores de las ferias institucionales), de las que salen posteriormente los participantes de la Feria CT+I en el Parque Explora.

Pero ¿por qué sin voluntarios, la feria no se daría?

Según Juan José Trujillo, ex subdirector de Colciencias “lo que invierte Colombia –en ciencia -cada vez es menor”.

  

El presupuesto en el país en relación con el PIB, según Trujillo, es menos del 0,5 % mientras que países innovadores se invierte hasta el 4 % del Producto Interno Bruto, como es el caso de Corea del Sur. Este panorama resulta preocupante, pues al no haber inversión fuerte en la investigación científica se hace improbable creer que sí la haya entonces para los programas que la fomentan como la Feria. Por esto, la necesidad del voluntariado.

“Los niños definitivamente sí le hacen creer a uno que las cosas van a estar mucho mejor”

Desde fibras sintéticas con cáscaras de banano hasta inventos que buscan ayudar a personas discapacitadas son algunos de los proyectos científicos que son creados por niños y jóvenes antioqueños.

Por: Felipe Escobar, Tatiana Roldan y Andrea Mercado

Medellín, 26 de octubre de 2016

Daniel López Pedroza, analista de canales externos de Protección quien además es voluntario de CT+I.

Daniel López Pedroza trabaja en Protección S.A hace 6 años. Es de canales externos, lo que quiere decir que administra a los vendedores que si bien trabajan para la empresa, no están contratados directamente por ella, algo así como vendedores independientes. Con él, son 25 los voluntarios que hacen parte de CT+I y que trabajan también en la misma empresa y en áreas similares.

No lleva mucho como voluntario, solo un año. Sin embargo, en lo que supo que había un voluntariado enfocado a la ciencia, a la tecnología y a la innovación y que, además, trabajaba con niños de todos los rincones de Antioquia, no dudó en hacer parte de él, “porque era diferente”, asegura.

Y lo es. Más aún cuando se encontró con que las ideas que se muestran en la Feria de la Ciencia nada tienen que ver con volcanes que hacen erupción con bicarbonato de sodio y vinagre, sino que buscan resolver desde problemas sociales, hasta impactar de forma positiva el medio ambiente. Daniel López trabaja para Protección y al mismo tiempo es voluntario en CT+I, por lo que probablemente participó como calificador en la Feria de la Ciencia que comenzó el 26 de octubre y que finalizó el sábado 29.

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