Un sueño Voluntario
El voluntariado juvenil en Medellín es una actividad cada vez más común, pero parece no tener aún la acogida suficiente.
Por: Arturo González, Ana Sofía López y Mariana Gutiérrez.
Medellín, 10 de noviembre de 2016
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Voluntarios de Soñar Despierto visitan los centros de cuidado pediátrico en los hospitales de la ciudad para regalar sonrisas a los niños. Tomada de: Soñar Despierto /Facebook
Mientras la gran mayoría de las personas trabajan durante largas jornadas laborales a cambio de un sueldo que, justo o no, siempre los tendrá inconformes, existen otros individuos que, a pesar de no tener ningún tipo de remuneración económica por su labor, se sienten muy satisfechos por su qué hacer, aunque su único pago sean probablemente sonrisas.
Este es el caso de los voluntarios, personas que impulsadas solo por su necesidad de ayudar y de brindarle algo de alivio a quien más lo necesita, están dispuestos a entregar lo mejor de sí mismos cada día y en cada lugar, sin importar que sus largas y desgastantes jornadas de voluntariado no les arrojen mayores beneficios económicos, más allá de la satisfacción por una labor bien hecha y la tranquilidad de saber que realizaron una acción positiva en pro de una comunidad o una persona vulnerable.
Según la revista Pulzo , la ley define el voluntariado como “el conjunto de acciones de interés general desarrolladas por personas naturales o jurídicas, quienes ejercen su acción de servicio a la comunidad en virtud de una relación de carácter civil y voluntario” y al voluntario como “toda persona natural que libre y responsablemente, sin recibir remuneración de carácter laboral, ofrece tiempo, trabajo y talento para la construcción del bien común en forma individual o colectiva, en organizaciones públicas o privadas o fuera de ellas”.(Leer artículo completo de Pulzo aquí ).
Sueños que despiertan el corazón de los voluntarios
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Niños de tercero de la Institución Educativa Manuel José Cayzedo haciendo cartas para el Niño Dios, uno de los proyectos de Soñar Despierto. Tomada por: Arturo González
En la ciudad de Medellín existen múltiples fundaciones y organizaciones que requieren en trabajo voluntario como parte primordial de su qué hacer. Sin embargo, el voluntariado no parece ser una actividad frecuente o que encabece la lista de prioridades de los jóvenes. Según una encuesta realizada a 392 estudiantes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana, de diferentes semestres y estratos socioeconómicos, 231 estudiantes han realizado algún tipo de trabajo voluntario en su vida, pero solo 73 personas lo hacen actualmente.
Estas cifras demuestran que, a pesar de la amplia oferta de voluntariado en la ciudad, este no es de mucho interés para los jóvenes universitarios, quienes, además, aseguran que no lo hacen principalmente por falta de tiempo. (Conoce más datos de la encuesta en esta infografía).
Sin embargo, no todas las percepciones son iguales. Para Catalina Umaña, directora local de la Organización Soñar despierto, el voluntariado tiene cada vez mayor impacto, no solo en la ciudad sino en el mundo, y en el caso particular de su organización, es gratificante ver como cada día se acercan más jóvenes interesados en ser parte de sus proyectos.
Soñar Despierto en una Organización que nace inicialmente en México, pero que en Colombia se consolida en el 2002 por iniciativa de una joven estudiante de bachillerato. El alma de esta organización es el trabajo por y para los niños en condiciones de vulnerabilidad, es decir, niños de escasos recursos o con enfermedades terminales como el cáncer.
Pero esta no es la función única de Soñar Despierto, ya que su intención como organización no es solo generar un cambio en los niños y sus familias, sino hacerlo también en la vida del voluntario. (Ver entrevista completa con Catalina Umaña, directora de Soñar Despierto aquí).
Entre los proyectos que maneja la organización, Cartas al niño Dios es uno de los que tienen mayor acogida. Este proyecto consiste en visitar, durante los últimos meses del año, diferentes instituciones educativas de la ciudad en las que las condiciones socioeconómicas de los niños suelen ser complejas. Dichas visitas son hechas por voluntarios de la Organización y durante ellas los pequeños escriben una carta al niño Dios con todos sus deseos, cartas que luego son apadrinadas por personas de la ciudad que visitan el Centro Comercial El Tesoro en Medellín.
Las condiciones de vida de los niños saltan a la vista, o por lo menos así fue durante la visita a la Institución Educativa Manuel José Cayzedo del Barrio Buenos Aires de Medellín. La educación de los niños se vuelve más compleja aún cuando estos padecen algún tipo de situación problemática en sus hogares, como la escasez de recursos económicos.
Sus conductas se tornan más violentas y la manera en que se relacionan con sus compañeros es un conflicto constante para las educadoras, a quienes muchas veces se las sale de las manos esta situación.
Sin embargo, la ternura y la inocencia de los niños no permanece oculta bajo la aparente dureza de su comportamiento. Son niños con sueños, con ilusiones y un corazón inmenso que ama y desea. Sus cartas son conmovedoras. Aunque muchos piden cosas como bicicletas y patines otros solo desean volver a ver a su papá, unas medias para su hermano menor, o simplemente salud para su familia.
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Niña de quinto grado agradeciendo en su carta al Niño Dios.
Tomada por: Juliana Arboleda
Un pensamiento voluntario
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Pablo Bernal, voluntario de Soñar Despierto desde hace cinco años. Tomada por: Mariana Gutiérrez
Intentar “cambiar vidas” es una de las motivaciones principales de los voluntarios, o por lo menos así lo es para Pablo Bernal, Voluntario de Soñar Despierto. Su idea de hacer parte de la organización surgió de la necesidad de “hacer algo”, de sacar de la cruda realizad en la que están sumergidos muchos niños y mostrarles una cara más amable de la vida.
Para Bernal el trabajo con niños con enfermedades terminales es uno de los más enriquecedores e interesantes, y a pesar de que al principio fue muy difícil aprender a manejar una situación como esta, con el tiempo y la experiencia todo se vuelve más sencillo de asimilar. (Leer entrevista completa con Pablo Bernal, voluntario de Soñar Despierto aquí).
Y es que para nadie es fácil, menos para un voluntario, aceptar que un niño que poco a disfrutado de la vida tenga una enfermedad que en cualquier momento pueda acabar con sus sueños.
Tal es el caso de Emmanuel un pequeño de nueve años de edad, al cual desde los cinco le diagnosticaron leucemia. Para Astrid, su madre, no ha sido un proceso fácil y no es posible prepararse para ver morir a un hijo, ese por el cual se levanta cada mañana para garantizarle condiciones de vida que le permitan vivir bien el tiempo que le quede.
Emmanuel es un beneficiario del programa que cumple sueños a niños con enfermedades terminales que lleva cabo Soñar Despierto. Uno de sus grandes anhelos es ser bombero. (Conoce más sobre la historia de Emmanuel y su sueño aquí).
Los niños parecen ser una motivación de los voluntarios para hacer este trabajo. Así lo reveló la encuesta mencionada anteriormente realizada a estudiantes de la Universidad Pontificia Bolivariana, donde 52 de las 231 personas encuestadas han realizado voluntariado con niños, niñas y adolescentes.
Ahora bien, El trabajo voluntario no es solo una cuestión de amor y buenas intenciones, también puede generar cambios significativos en nuestra sociedad, e incluso en nuestra economía.
Según la revista Portafolio, El voluntariado tiene un efecto positivo en el Producto Interno Bruto (PIB) del país. Un incremento del 1 por ciento en el número de personas dedicadas a esta labor, permite que el PIB departamental crezca 0,021 por ciento, en promedio. En Medellín, 18 por ciento de las personas en edad de trabajar realizan labores de voluntariado. (Lee el artículo completo de la revista Portafolio aquí)
Implicaciones psicológicas del voluntariado
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Luz Ofelia Gaviria, psicóloga y especialista en niños. Es docente de la facultad de psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana y docente asistencial en la Clínica Universitaria Bolivariana. Tomada por: Mariana Gutiérrez
Mucho hemos hablado de la gratificante sensación que llega a producirle a un voluntario el deber cumplido, la ayuda ofrecida y las sonrisas que son parte del pago que recibe, pero las implicaciones psicológicas que tiene realizar trabajo voluntario, en este caso con niños que poseen una enfermedad terminal, es un asunto complejo.
Cargar con el dolor de una familia que ve como poco a poco su hijo, hermano o nieto se deteriora, deja de ser un asunto ajeno, para convertirse en una responsabilidad, en un intento de hacer ver más amale un panorama difícil.
“Con los voluntarios se trabaja su propia fortaleza, autoestima, capacidad de entrega y concepción de la muerte. También se les debe poner límites; no se pueden desmoronar, lastimar o lesionar tratando de ayudar. El deseo de servir tiene que tener un límite, se hace hasta donde las personas lo necesitan, quieren y permiten”, así lo asegura la psicóloga y especialista en niños Luz Ofelia Gaviria. (Lee la entrevista completa con la psicóloga Luz Ofelia Gaviria aquí)
A pesar de lo doloroso que pueda ser para un voluntario despedirse de alguien a quien le ha dedicado su tiempo, o ver que, por más ayudas que como organización se le brinde a una familia de escasos recursos y que esto no va a cambiar su vida por completo, estas personas con instinto de servicio y ayuda a os demás siguen haciendo su trabajo cada día, lo hacen sin límites, sin excusas, sin pretextos, tal como lo dice el voluntario Pablo Bernal “ esto es un compromiso para toda la vida.
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Voluntarios de la Organización Soñar Despierto del proyecto Clowns hospitalarios.
Tomada de: Soñar Despierto/ Facebook